lunes, 28 de marzo de 2011

jueves, 17 de marzo de 2011

41.

Esta entrada va dirigida a todas aquellas personas que confiaron en alguien. En alguien que pensaban que nunca les iba a fallar hasta que alguien le hizo ver la triste realidad de que, ni siquiera en esa persona se puede confiar al cien por cien. Pero no me refiero a confiar en el sentido de que le cuentes algo y no se lo valla a decir a nadie, sino en el sentido de que hasta esa persona que pensabas que nunca te podría decepcionar tanto, resulta que te ha decepcionado tanto que no sabes ni como vas a poder mirarle a la cara. ¿Porqué tuve que enterarme? Me pregunto, estaba mejor antes, porque, hay veces en las que es mejor no saber la verdad. Ahora me siento agresiva, triste, malhumorada y con ganas de pegar un puñetazo tan fuerte a la pared como para romperla o como para que se me rompa la mano.
Y una cosa más. Para aquellas personas que decepcionan, o decepcionamos, a otras y luego no se quiere que el decepcionado se enfade, que se lo piense dos veces antes de hacer tales cosas innecesarias porque la persona a la que indirectamente le afecta este cometido no es que le siente mal o que piense que se puede perdonar, sino que lo que realmente piensa es que como es posible que no se hayan planteado, o ni siquiera se hayan parado a pensar cinco minutos en cómo a ellos les sentiría si alguien les hubiera hecho lo mismo que ellos a ese alguien.